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LUPO HERNANDEZ RUEDA

LUPO HERNANDEZ RUEDA
POEMAS
_______________________________



Como Naciendo Aún

                                       A Luis Morales Peña


Como naciendo aún, sin descanso, contínuo,
interminable,
como un río sin bordes,
cae, se precipita, rueda
cada día dejando su negrura como polvo
en mi piel.
¡Oh, la desesperante levedad de mi cuerpo,
mi llama temporal, ni oleaje de polvo!
¡Oh, tiempo, ven, ocúpame, recórreme
por dentro, acógeme en tu océano sucesivo,
porque voy por tu herida deshaciéndome,
formándome de nuevo,
dehaciéndome,
hasta que por mí quedes,
definitivamente solo!




PEQUEÑO MUNDO MAGICO


Con el dios de mil tallos de sus hebras
formando cien anillos,
formando laberinto que cubre tus orejas
y rodea tu garganta, y cae
sobre tu espalda, suavemente;
y va rodando
múltiple, innumerable
sobre el incendio de tu cuello
el pelo tuyo,
pequeño mundo mágico
donde me pierdo, encendido.



CUANDO LLEGAN LOS MUERTOS


                                                                        A Virgilio Díaz Grullón


Cuando llegan los muertos
y han llovido sobre ellos muchas lágrimas,
cuando sobre sus rostros, alguna vez hermosos,
se pasea la noche,
y la hierba crece como sus cabellos;
cuando llegan innumerables
y establecen su asiento bajo el pasto viviente,
bajo las catedrales
y los árboles,
sus cuerpos endurecidos crecen
en la inmovilidad,
en el umbral de la memoria
como un beso,
como una moribunda llama.
Sólo la sombra de sus vidas queda
sobre la tierra,
y el deseo
y el sueño de los vivos,
y el Tiempo que ni muere ni padece,
y la sedienta Muerte
como de una cuerda
tirando de nosotros.




POR EL VIRAJE BRUSCO
Y POR EL LEVE


                                                                    A Manuel Rueda


Era la soledad,
la soledad sin habla y sin pupila.
De allí fueron las aguas,
de allí tomó la vida su elemento primero.
Lo inicial,
lo oscuro sin medida
asequible a todo lo viviente,
en su estar mudable y numeroso
procuraba una forma
No había lugar al árbol de la llama
ni al odio, ni al amor;
el cielo era sombra libre,
sombra espesa la tierra sin contornos.


II

Tal apresuramiento, tal alcance de premura
por el viraje brusco y por el leve,
en la seguridad de aquel encantamiento,
de aquella dulce alegría del nacer.
(Crecer es ir despacio haciéndose
una medida del vivir)
¿Dónde, oh, dónde estábamos,
qué hacíamos entonces,
qué milagroso sueño nos daba resistencia,
o qué piadosa muerte desatada?
Es preciso recurrir al corazón,
es preciso recurrir al amor para justificarnos.
(Vivir es tanto como andar sobre la tierra
aparentando una figura).
En vano, ay, en vano todo, amor,
en vano tu sueño generoso
y tu dulce madero consumido:
la noche espesa
y la libre
y la ambulante noche nuestra,
así como la inevitable noche de la muerte,
con brusquedad, ya dulce,
suavemente turbaron la sensación del vuelo.
Hemos quedado sin origen,
ungidos en eterna, generosa ignorancia.
Hemos quedado reducidos al corazón.


III

Fluye la noche,
fluye su persistente material,
su oro escondido,
su raiz.
Ligeramente, imperceptible casi,
cuando la agotadora sed del corazón
prefiere las tinieblas,
el fiel olvido en la llamada
de los labios que se fueron.
Bienaventurados aquellos
que pueden andar serenamente,
porque hay alegrías donde los caminantes
se hunden para siempre.
Hay un hermoso mar,
un claro cielo que justifica este existir
y un deseo precipitado en el oscuro espacio
que le tiene al reino solitario del cuerpo sometido,
y una insistente noche
y una muerte como un árbol,
porque este aire pesa
y esta piel
y estas uñas
y estos dientes
y esta lengua pesa
y este pelo dormido largamente,
y este andar,
ay, este andar así, a oscuras.



Lupo Hernández Rueda


$9.95

HECHO EL DEPOSITO LEGAL EN ESTADOS UNIDOS DE AMERICA, 2002
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