Se me escapa del alma
esa sombra tenue de tu sutil mirada,
el rocío de tu amor en cada mañana en calma
que con el clarear del alba va a tu abrigo anclada.
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Por esa hendija que con sobrado empeño
en mi se abrió tan desolada,
vi volar aves de ensueños
y el alabastro de tu mirada.
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De las que estaban en el palomar
de tu hermoso corazón posada,
fue la de alas blancas la que sobre el ancho mar
de nuestro amor quedó atrapada.
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P lacentera como la luz de la esperanza
en nuestros corazones quedó dulcificada,
como la has de las aguas de una bella remembranza
que como cascada de nieve en mi amor quedó clavada.
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Eres el báculo que da fuerzas
a las frágiles alas que a ti volaban,
aquellas que por tu cuerpo de piel muy tersa
como relámpagos en noches oscuras centellaban.
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Del azul cielo de tu corazón
vi blancas palomas enlutadas,
llevando en su pecho la ardiente pasión
y el ósculo que tu les enviaba.
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Si alguna vez durante las noches de frío
se cerrara tu ventana y de cobija no tuvieses nada,
nada,
bajo la tenue sombra del callado bohío
yo seré tu llamarada.
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Cuando el revolotear de mis alas
se posen en tu apacible almohada,
yo encenderé la ardiente antorcha
y los candiles de tu alma, dulce amada.
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Dejaré abierta el alma mía
con sobrado amor y apacible calma,
dejaré abierta la puerta que cerrada yacía
para que se pose en mi corazón la paz de tu alma.
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Dejaré que entre el lampo de mis alas blancas
a iluminar vida de encendidos besos, mi amada,
para que entre un hálito de brisa fresca
en tu alma perfumada y callada.
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